JOAQUIN V. GONZALEZ
da ajena, solo en virtud de ese derecho inventado
por los fuertes y los poderosos, el hombre ha de–
bido recurrir a la astucia y al veneno, porque se
siente incapaz de perseguirlo en su vuelo, y porque
solo asi la hnmanidad ha podido veneer
a
los gran–
des rebeldes
a
sus leyes
y
a sus dogmas. Yo
he
vista tambien al indomable condor caer en manos.
del campesino montafies. Cuando, conduciendo
el
ganado por los desfiladeros y las agudas cuchillas
de las mantes, alguna res se derrumba y queda en–
tregada a la voracidad de las aves carniceras,
et
espera la noche para tender la celada a los convi–
dados del banquete proximo, que ya se ciernen so–
bre la victima a alturas increibles, para descender
sabre ella en el silencio de las sombras ; impregna
de
mortifero ungiiento la carne muerta, y escon–
dido a Jarga distancia, de.ntro de una piedra soca–
vacla por las aguas, o en paraje cerrado por tupidas.
e
impenetrables ramas, aguarda la catastrofe.
El
hambre congrega a la negra multitud sobre la pre–
sa ; comen, engullen, devoran con ansia, con deses–
peraci6n e inquietud por marcharse pronto,
v
con
la
avidez de una prolongada abstinencia;
y
cuandt>
llega el instante de emprender la fuga de sospe–
c.hados peligros, sienten que sus alas · no tienen
vi–
gor, que los musculos potentes que los agitan
y
los.
sostienen sabre los vi:entos y las calmas de la at–
m6sfera, se vuelven flacidos
y
debiles,
y
ya
no
pue–
den ni siquiera levantar el peso de las plumas
que
los visten, desn_1ayo, aniquilamiento, agonia, invaden
sus c..uerpos antes invuh1erables; se esfuerzan por
huir,
y
se revuelcan como ebrios; abren los picos,.
untados
aU.O en
el cebo de
la
came,
y los resopli–
dos de
la
angustia resuenan ahogados, pavorosos..