MIS
MONTA~AS
lS!J
que
constituyen la
~regrina
grey de
Adan,
no ve
la
mi sma antorcha, ni oye la misma voz, ni siente
la misma inspiraci6n en medio de la selva obscura?
Cuando el hombre,
el
pueblo, la m11ltitud de los
pueblos vagan extraviados en
cl
desierto <1e las pa–
siones, de los horrores o de ]os instintos rehelados,
enciendese una nube en el Sinai,
y
hablan los re–
lampagos con la voz del trueno, levanta se las mi–
radas a la cumbre, v una sublime vjsi6n. un hom–
bre anciano como
ia
sabiduna, enscfia· los igne')s
<:aracteres reveladores del misterio que perturi,,1 los
sentidos, los afectos, las inteligencias. Avanza en fi–
las ordenadas
y
al son de cantos nwrciales por la
ruta abierta, durante otros siglos,
y
1a
intrincada
selva cierra nuevamente
el
paso,
y
los gritos de de–
sespcraci6n
y
de angustias llegan a las alturas en–
vueltos en densas rnmbras. Pero arde de subito el
1nccndio; al resplandor de las llamas que iluminan
el
espacio, aparece una mano fulgurante, sefialando
el derrotero,
y
se oye una palabra profetica: los
·pueblos la escuchan, la obedecen
y
resuenan de nue- .
vo los himnos marciales. Pero los que no alzaron la
·Cabeza para contemplar la nube encendida po; el
rayo, ni la aparici6n celeste al rojo fulgor de la
11oguera, quedaron aprisionados para siempr.e entrc
.fas
zarzas y las hreiias del bosque tenebroso; ya no
repercuten sus gritos de dolor o de furia, ni se des–
pejan las nieblas, ni voz alguna les habla desde el
-firmamento.
La historia es una inmensa llanura donde alter–
nan a vastos intervalos los desiertos inconmensura–
·bles con los oasis regeneradores, los laberintos sin
salida con los valles de- verdor eterno
y
corrientes
rie
cristal,
y
la raza humana, no tiene otros guias
,