MIS MONTANAS
de la selva; la hambrienta banda ejecuta la funebre
tarea sin darse reposo; solo se desprenden dcl con–
jtmto los fatigosos resoplidos de 'ia horrible
y
tra–
gica faena, y de tiempo en tiemp0 grufien y graz–
nan, ahogados por los trozos engullidos aprisa, pa–
ra volver mas pronto a renovar la
r~ci6n
sangrien–
ta. Cuan<lo ya no queda sino el desnudo esquele to.
y
en torno suyo Jos grumos de s;ingre amasados en
el
polvo, formando un charco
ii~fecto
y nauseabun–
do; cuando cada comensal se aparta de la mesa por
sentirse harto, o porque antes se agotara la provi–
sion, empiezan a levantarse como a escondidas, vo–
lcindo a las rocas pr6ximas, donde limpian los pi–
cos frotandolos como cuchillos contra Ia piedra. En–
tonces comienza a adormecerlos ese vago sopo1· de
las digestiones lentas, encogen el cuello, hunde.n la
ca beza entre los arcos superiores de las alas,
y
por
breves instantes se cierran esos rugosos parpa<los
<!Ue por tanto
tiem.pono se jur.taron, ni en las 'des–
lumbrantes irradiaciones de los soles estivales, ni
en las tinieblas de las noches pasadas de centine–
las sobre las cimas estrernecidas por el trueno o
por las convulsiones internas. . . Despues,
ur:
gi–
.gantesco rumor de alas gue azotan el aire y las ra–
mas en media del abismo,
y
a desparramarse de
nuevo mas arriba de los altos dorsos de piedra, en
el espacio estrellado, por donde su.s sombras se des–
b2ndan como nubes de tormenta que el viento dis–
persa de subito. IYa pag6
SU
tribute a la miseria
<le la carne el sefior ideal de Jas etereas comarcas;
el mistel-io, la obscuridad, velaron el acto salvaje, el
memento prosaico del rey de los dominios inmensu–
rables de la luz
!
Para apresar a este osa<lo ocupa-nte de la hacien-