MIS MONTARAS
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horribles; uno tras otro, en confusion, lanzando pos–
treros graznidos que retruercen el alma y erizan el
cabello, van cayendo en espantosa lucha con Ia
muerte, mordiendo la tierra con ira satanica, azo–
tandola con aletazos feroces, rasgandola en hon<los
surcos con sus garfios acerados, como queriendo
arrancarle las entraiias, ha.sta que, por ultimo, des–
pues de un estertor de intraducible resonancia, ahan–
donan su cuerpo
al
polvo, extienden el rugoso cue–
llo, v abriendo en toda su extension sus gigantescas
aia.s:
expiran ...
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