MIS MONTAN-AS
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<lridos huecos
y
estentoreos,
y
por el vigor de su
ferrea musculatura, lo bautizo con
el
nombre de la
fortaleza paraguaya, donde tan alto resplandeciera
el heroismo argentino. Mantenfase siempre a su la–
do cuando dormia en las soledades desiertas del
monte, con la cabeza erguida sobre el robusto pe–
cho, extendidas las manos en actitud de emprender
un subito ataque
y
con los ojos abie rtos, brillando
como carbones incandescentes a la sola clarida.d de
las estrellas,
y
aun en
el
seno insondable de las
neblinas.
Alegre
y
bulliciosa emprendiose la marcha por
un amplio
y·
pastoso valle con ondulaciones de ola
mansa al principio, y luego con asperezas y sinuo–
sidades, angulos y desfiladeros propios de esa re–
gion salvaje
y
primitiva, donde solo transitan los
agiles huanacos
y
las cabras montesas. Marchaba a
ta cabeza la jauria capitaneada. por Humaita, con
su lugarteniente el festivo Curupayti, al costado; el
primero grave
y
silencioso, con aire de portaestan–
darte real, el segundo movedizo
y
desordenado, sa-
1iendose a cada instante del grupo para disolver al–
.guna reunion de
caranchos
o de cuervos, o perse–
_guir una
llanta
solitaria, o un
yacopollo,
que bebla
:a pequefios sorbos
el
agua de a.lgun agujero hora–
dado por las lluvias sobre las piedras de los torren–
'les. Humaita lo mira de reojo, entornando las pu–
!pilas enrojecidas con gesto de reprension mas bien
paternal que de dominio,
y
solo se permite una va–
riante a la monotona regularidad de su trote, cuan–
do los espesos matorrales de
gcrrabato,
entre los
,olor0sos bosques de
chilcas,
o las verdes selvas que
·en las margenes de los arroyos forma
el
pa/an.chi,
-de
grandes y aterciopeladas hojas, asoma la cabeza