MIS
MONTAl::tAS
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lechos
de
las futuras mad.res,
y al
mismo tiempo
las cunas en que han de abrigar a sus pequefiuelos.
Hacia arriba, la gruta se extendfa en graderias im–
perfectas, pero practicables,
y
en los muros veianse
amplias cornisas, nichos de imagenes ausentes, hen–
deduras
y
cavidades que paredan otras tantas gr
1
u–
tas laterales, cuyos fondos quedaran ignorados para
siempre de los hombres.
A la media luz de la inaccesible boca de Ia cue–
va, vi Io que puede llamarse el nido del condor ;
y
en verdad, invitan a la reflexion mas grave, la
r~
gida desnudez y la pobreza estoica del lecho en que
descansa de sus viajes imponderables el rey del
mundo alado de America. El impera sabre las cum–
bres, domina las mas altas tempestades, asiste in–
vulnerable a los ventisqueros aterradores y a las
erupciones volcanicas ; preside a la formaci6n de las
nieves en
la
nube y en la roca, lucha victorioso con
las mas bravas corrientes atmosfericas, rompiendo–
las con
el
horde de las alas, sin alterar la serena
majestad de su vuelo; sacrifica para su alimento
rr.ultitud de seres vivientes y conoce tesoros ocul–
tos por los cuales la humanidad promoveria 'gue–
rras exterminadoras : y no obstante, su vivienda es
una gruta fria
y
desnuda, que
el
viento azota, el
rayo calcina y la lluvia anega; su nido es
el
hueco
de la piedra donde rara vez descansa su cuerpo,
manteniendose de pie, cubierto con su propio plu–
maj e, cuando no pasa las noches a la intemperie
solo como un espiritu maldito, sabre la Uiltima cima
de una roca ennegrecida por
el
rayo, contemplando
el eterno
y
mudo rodar de los munclos luminosos,
y
a sus pies la sombra de Ia tierra, inmensa
y
di–
fusa como el vacio en que reson6 por vez primera