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MIS

MONTAl::tAS

181

lechos

de

las futuras mad.res,

y al

mismo tiempo

las cunas en que han de abrigar a sus pequefiuelos.

Hacia arriba, la gruta se extendfa en graderias im–

perfectas, pero practicables,

y

en los muros veianse

amplias cornisas, nichos de imagenes ausentes, hen–

deduras

y

cavidades que paredan otras tantas gr

1

u–

tas laterales, cuyos fondos quedaran ignorados para

siempre de los hombres.

A la media luz de la inaccesible boca de Ia cue–

va, vi Io que puede llamarse el nido del condor ;

y

en verdad, invitan a la reflexion mas grave, la

r~

gida desnudez y la pobreza estoica del lecho en que

descansa de sus viajes imponderables el rey del

mundo alado de America. El impera sabre las cum–

bres, domina las mas altas tempestades, asiste in–

vulnerable a los ventisqueros aterradores y a las

erupciones volcanicas ; preside a la formaci6n de las

nieves en

la

nube y en la roca, lucha victorioso con

las mas bravas corrientes atmosfericas, rompiendo–

las con

el

horde de las alas, sin alterar la serena

majestad de su vuelo; sacrifica para su alimento

rr.ultitud de seres vivientes y conoce tesoros ocul–

tos por los cuales la humanidad promoveria 'gue–

rras exterminadoras : y no obstante, su vivienda es

una gruta fria

y

desnuda, que

el

viento azota, el

rayo calcina y la lluvia anega; su nido es

el

hueco

de la piedra donde rara vez descansa su cuerpo,

manteniendose de pie, cubierto con su propio plu–

maj e, cuando no pasa las noches a la intemperie

solo como un espiritu maldito, sabre la Uiltima cima

de una roca ennegrecida por

el

rayo, contemplando

el eterno

y

mudo rodar de los munclos luminosos,

y

a sus pies la sombra de Ia tierra, inmensa

y

di–

fusa como el vacio en que reson6 por vez primera