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Dando un rodeo, fueron los dos a sentarse lej os sobre
una pied r a.
Benjamín se quedó recogido. El much aclao h abía
experimentado algo desagradable, como una inquietud.
Aquella
tranquila
camaradería de la
infanci.a
dab a
su primer paso oscuro hacia la vida. ·
Después
del baño,
las muchachas se pusieron a ju–
gar a
la procesión. Dos de éllas hacían silla de manos,
en la que se entronizaba Rosalía.
_Y
cantaban con una voz
que
imitaba candorosamente las rogativa :
Santa Rosalia,
ora pro nobis.
Rosalía, con los cabellos sueltos y
sedosos del baño,
sonriente y
con
los ojos baj os su rico
eolor moreno un
poco arrebatado, estaba muy bonita. Algo
le
faltalDa pa–
ra asemejarse a
lai
· aigen de Santa Rosalía, que se vene–
raba en la
r:a19illa de anejo
O.elpu,eblo. Benóamín le puso
una
corona de rosa,<>, que en
tretegió
rápidamen~e.
-Santa Rosa.lía,
ora pro nobis.
Y
empezaron a subir para la casa. Pacho iba
arro–
jando
por el senderito flores de retama. Benjamín hacía
de cura, ll evando el poncho de P acho , a manera de capa
pluvial.
Pero en seguida
;,e cambi aron los
papeles.
Y
B enjamín,
camin ando de esp ttldas, arrojaba
flores a Ro–
salia.
Las muchachas se cansaron . Y al
lleg,ar a la era, R0-
salía saltó, para jugar
con el perro de la casa. Revolcaba
con él sobre el dorado tamo de trigo. Y
le puso 1a cor o–
na de rosas, como un collar.
Benjamín suspiró.
Una tarae preguntó Rosa.lía a
Benj~mín:
-¿Oyes, qué es primo?
- Como tú y yó. Tú, hija de mi tia Nieves,
y
yo, hij o