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J.<:n
Jos
repetidos
deshojes
<le la eosecha, se
~e11taba11
juutos aIJte h1s gavillas del segado
maí:-1, para apo tar
al
juego de
las
rnishas.
A quién hacía más. Y, co11 pretex–
to de haLer perdido a la.
misha.
ob~equiaba
a Benjamín con
platos escogidos, aderezados por sus propias manos,
y
según
qn e había
a¡m~ndido
a prepararlos en la ciudad.
El muebacho, de temperamento apasionado,
110
dejaba
ele sufrir al ver que solameute de manera tan pros;, i< a
Ro–
salía
domo.straba su amor. Jamás un a palabra. Una t·aricia
roncho menos.
Para Beujamín era un hálito frío, poro que
robmtecía
su pasión.
La
familia,
mo ch·
< 'O~tumbre
había seg1egado una
porción de maiz
o
.
en
de
la nueva
cosecha, para el
hJuallo.
Es
<decrt, par
1
la cántara de
<'hicha, que debía
ser enterrada, pa'I:·
flCarse en tiempo da de hierbas. Unos
siete u
Ot~bo
e
. Pm primera vez, Rosalía había pre–
parado la chi ·ha,
y,
madrin a
del
h~tallo,
había
gastado
élla en la compra de la
cántara .
La
vasij a fue conduc;ida al hoyo, adornada de flores .
Era noche
de luna , y en la cima de la loma donde,
se
hizo el entierro de la cán tara, había un
lindo llano. Con–
currencia,
no faltaba . Perico, el nfamado
cantor, estaba
allí con su guitarra.
Se improvisó
su diversión.
Benjamín bailaba con Rosalia. Perico cantó:
''Esos dos que estan bailando,
que parejita
que sou:
quisiera
ser padre Cura,
para dar la bendición" .