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-!16-

c1a

no fuese tan honosa. Iba. vivienJo

con cierta con–

cie11cia

su vida de muchacho. Y parecía. adivinar que siem–

pre estaba mejor

al lado deRosalfa.

Experimentaba una clara satif;facción, reparando en

el ascendiente qué tenía sobre

élla, para quien

cada

vez

e volvía más necesn,rio. Ros::>.Üa había llegado a con–

geniar ta11to

Cf)ll

él, que casi nnnca se sepa.raba tampoco

del muchacho.

Con

él marchaba

aún a

los arriesgados juego de

los chicos; de modo que Rosalía concluyó por ignorar los

propios juegos de su sexo. Ella . ólo entendía de cometas,

de

trompo:;;, de botones

y

de bolas. Hasta tenía el grado

de sargento,

cLl

ndo los muchacho· juO'aban a

la guerra,

con tusas.

Un a ocasió

.po a de carnaval,] un mucharJ10 vi-

no por detrá:;, y em aclurnó la cara de Benjamín con mal–

oliente

atiipa

(Jio_ngo ae maíz) Ro alía

altó en su favor,

y

se puso en guardia, en actitud de darse de trompadas.

El muchacho no le atacó, por miedo de Benjamín; enton–

ces Rosalía se avalanzó a él, y le mordió en el brazo:

-¡Cholo,

espantajo

de

la chacra!

Benjamín, que era

el

jefe de los muchachos cir–

cunvecinos,

le ascendió

a Rosalía a General. E e día e

fueron a la casa, uncidos por

lo

bra.zos, en

una dulce

explosión

de

camaradas.

Otra ocasió11, Rosalía,

en

junta de unas

rapazas

del veci.Iidario,. bajó al río, para bañarse. La muchacha,

con el doble· candor de la edad

y

de su encillez campe–

sina, se

bañaba con bastante falta

de reparo. Benjamín

andaba por allí, cogiendo leña, en compañía de Pacho. Y

orde11ó con premura

y

gravedad.

- Vámonos, Pacho.