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no fuese tan honosa. Iba. vivienJo
con cierta con–
cie11cia
su vida de muchacho. Y parecía. adivinar que siem–
pre estaba mejor
al lado deRosalfa.
Experimentaba una clara satif;facción, reparando en
el ascendiente qué tenía sobre
élla, para quien
cada
vez
e volvía más necesn,rio. Ros::>.Üa había llegado a con–
geniar ta11to
Cf)ll
él, que casi nnnca se sepa.raba tampoco
del muchacho.
Con
él marchaba
aún a
los arriesgados juego de
los chicos; de modo que Rosalía concluyó por ignorar los
propios juegos de su sexo. Ella . ólo entendía de cometas,
de
trompo:;;, de botones
y
de bolas. Hasta tenía el grado
de sargento,
cLl
ndo los muchacho· juO'aban a
la guerra,
con tusas.
Un a ocasió
.po a de carnaval,] un mucharJ10 vi-
no por detrá:;, y em aclurnó la cara de Benjamín con mal–
oliente
atiipa
(Jio_ngo ae maíz) Ro alía
altó en su favor,
y
se puso en guardia, en actitud de darse de trompadas.
El muchacho no le atacó, por miedo de Benjamín; enton–
ces Rosalía se avalanzó a él, y le mordió en el brazo:
-¡Cholo,
espantajo
de
la chacra!
Benjamín, que era
el
jefe de los muchachos cir–
cunvecinos,
le ascendió
a Rosalía a General. E e día e
fueron a la casa, uncidos por
lo
bra.zos, en
una dulce
explosión
de
camaradas.
Otra ocasió11, Rosalía,
en
junta de unas
rapazas
del veci.Iidario,. bajó al río, para bañarse. La muchacha,
con el doble· candor de la edad
y
de su encillez campe–
sina, se
bañaba con bastante falta
de reparo. Benjamín
andaba por allí, cogiendo leña, en compañía de Pacho. Y
orde11ó con premura
y
gravedad.
- Vámonos, Pacho.