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ciente. Con lo cual despertóse en toda la exp dición el
deseo de conocer cuanto ante e as tierras, donde exi. t i–
rían hombres blancos, europeos, y habría muchas rique–
zas. Comunicaron e e de eo a Rojas,
y
éste hubo de acce-
er a,l cambio del it inerario.
(35) Suponíamos esto antes de conocer las
probanzas
de algu os soldados de la «Entrada». Conociéndolas
boy, no rnafi rma.mos en la suposic-ión. Porqne en ellas,
sobre todo en la de González de Prado, no se hace sino
corroborar los datos referidos de Cieza de León. En esta
información se dice, en efecto, que los expedicionarios
traspasaron
los andes
(esto es nuestro Aconquija) «que
es una tierra fragosa
y
montuosa donde ay muy grandes
arboledas y sierras e pa aban abriendo los caminos con
hachas e picos e ha9adones
y
es una t ierra que hace diui–
sion las sierras estos Reynos del piru á los del Rio de la
plata... »;
y
que luego se dieron con «la
prouincia de
tuciiman
que es la primera prouincia pasados los dichos
andes ... »
( Op .
cit.)
págs . 52, 53; 5, 32, etc.). Y esas
niiiy
,
grandes arboledas
no pueden corresponder sino a los bos–
ques subtropicales de la parte oriental de las sienas de
Monteros, por donde habría sido la salida a los llanos tu–
cumanos.
Pero
~cuál
de las quebradas que comunican Tafí del
Valle con Monteros actual habría sido la seguida por Ro–
jas~
Antes creíamos que la del norte, hoy únicamente
transitada, que sale cerca de Santa Lucía
y
está no lejos
de Achera l. Hoy, ante los datos que se han servido dar–
nos conocedores del terreno, como el doctor Joaquín de
Zavalía
y
el ingeniero Helge P. Unger, creemos . :firme–
mente que
la
quebrada en cuestión fué la situada más al
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