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alcha,q uí don
l
la serranía son más frago as, ino há-
i,
el
Chaco) donde aunqu e menos á. pero lo cenos , no
er
fa,
gente tan feroz, por que lo contrario hubiera ido,
p
r hui r de
l·
s
ll anas, caer en las br as, lando en
ma–
no. d
1
carnicero calchaquíes po librar e de lo es–
pa- ole
»
(op.)
t.
IV,
págs .
10
y
11).
ero,
debe observar e que el dominio incaico en estas
reg ione no parece qne empezara mucho antes de la en–
trada de los españoles en el Perú; puesto que, como afir–
ma Lozano, en ese tiempo andaban todavía, por acá,
conquistando, capitanes del Inca. Tal es, por otra parte,
la opinión del señor Jaimes Freyre, fundado en <latos va–
rios
(op .
II,
pág .
18;
y
III, pág. 230).
I
ay,
a.lemá¡:;, otro hecho impoltante averiguado, que
tiende a confirmar la o servación antedicha :
y
es que los
In as no llegaron a conq nistar en lo llanos de Tucumán
y Santiago (ni, por supuesto, en los de Córdoba) . Por lo
menos, así lo declaran categóricamente conquistadores
de la primera época. Tal resulta de la
información de ser–
vicios
de González de Prado, compañero de Diego de Ro–
jas, donde él pregunta a sus testigo si saben
« ...
que son
unas sierras los dichos andes [nuestro Aconquij a
1
que
hacen di visión de estos dichos Reynos [del Perú
J
á
la
prouincia del Rio de la plata... que_
Guaynacava se·ñor
natiiral de estos Reynos no piido sojiizgar
».
A
lo cual con–
testa Antón Griego, otro soldado de la
Entrada)
qne
«...
es
una tierra los dichos andes muy áspera e sabe que fasen
·~
diui ión la cordillera de sierras de ellos a las prouincias
del Rio de la plata e sabe qne
guanacaba señor natural
de estos Reynos no puito soji1,:zgar la gente qite esta cletras
de los dichos andes ...
»
(GONZÁLEZ DE PRAD ,
op.J
preg.
5
y
pág. 31).