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autor citado, llarnóse 'a sus hombr : lo

cal

haqul

" .

Y agrega :

«

No obstante, en la.

ar s de le andi n

fa,

de Charcas y de los Gobernadore del Tucnm<ín al R

~

se lee de continuo el distingo expresado : 'los clia.gni

·a.

de Juan Calchaquí ', 'los calchaqníe , tribu de lía.guita ' ,

etc.»

(op.)

pág. 33).

Puede ser como dice Levillier; pero puede igualmente

no serlo. Y no es improbable que, al contrario, don Juan

Calchaqní tomaRe' ·su apellido de una parte de los céle–

bres valles, llamada antes así. Porqne la misma Audien–

cias de Charcas hablaba, hacia 1564, 'del algams-ento de

los yndios diaguytas de

calchaqui

q_ue es en la probin–

cia de tncuman ... ', palabras en las cuales

calchaqiii

de–

signa simplemente una región y nada más.

Levillier hace notar también, de acuerdo con Boman,

lo que llama «el error del Padre Lozano que creó en la

ar.queología

y

en la historia el falso empleo de la palabra

'Calchaquí' con todas sus derivaciones funeBtas »; alu–

diendo a la aplicación reiterada ele ese nombre, hecha por

hiStoriadores

y

arqueólogos, al rnferirse a las cosas de la

nación

diagiiita

en general, cuando est.a designación era

la propia.

Pero resulta que ese error del Padre Lozano, no es tan

error como se cree. Porque, como lo ha demostrado el

Padre Cabrera

(op.

VII), no siempre el vocablo <<cal–

chaquí » designó

iina, parte

y la voz

«

diaguita.»

el todo;

desde que, en los mismo's 'albores de. la conqnista ',

Oal–

chaquí

llegó a ser el nombre de 'la totalidad ·',

y

Dia–

gicita,

el de una parte o región restringida

(op. cit.)

págs.

52-53). Que, más tarde, este último término llegase a

p~·evalecer

sobre el primero, como designación de

Za to–

talidad ...

es cosa muy_ distinta.