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mal llamado
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d l p eríodo' dra–
c
nia o' dia cruita . Por donde resul taría igualmente la
jn u n ia
de
cua.
n
la cultura diaguita (véase
LEVIL–
LIE R ,
op.)
págs .
64 -80) .
b erva emos, in embargo, que Eric Boman duda de
1
antigü dad le la cultura diaguita.,
y
ante supone que
lla «e relativam nte moderna,
y
qu~
es lo más probable
q
ie
la civilización del noroeste argentino no data ino de
1
uy
pocos
siglos ante de la conqui ta e pañola
»
(op.
III, pág . 52). Tampoco acepta Boman que dicha cultura
1eri
ve
1e la de Tiahuanaco (opinión de S . Debene etti);
ni que. su e tilo draconiano provenga de la épor.a peruana
llamada rotonazca (opinión de Max Uhle). Señala, eso
í
(antes q u Levillier), la afinidad del stilo draconiano
dia.gnita on las figura de un vaso 'p10 dente de Re–
cuay ',
y
de otro perteneciente (a la a lfarería negra de
Chimú'
(oz:>. cit .)
pág . 52-53).
(29) Otras coleccione , frntos de continnas investiga-
' ciones que en el transcurso del tiempo se han venido rea–
lizando por toda la asta región de los día.guitas, han
dado a conocer nuevos
y
valiosos objeto de cerámica.
Q
nien quiera estudiarlos (sin p erj nicio de hacerlo
de visu
en algunos mu eos argentino ) puede recurrir a obras de
Ambrosetti,
d~
Debenedetti, de Lafone, de Boman, de
Brucb, de Ontes
y
de otros investigadores conocidos.
(30)
Carlos Bruch ha estudiado detalladamente los pe–
trogUfos de Tucumán y Catama.rca
(op.)
págs.
27-28
y
116-122);
y
Franz Kühn, algnnos del territorio de los
Audes
y
otros de la provincia de San Juan, todos los cua–
les él pone en 'la región diaguita'
(op.).