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d terminó' sobre dicha cerámica 'una tendencia mani–
fie
ta' · pues «no hay rastros materiales de aquellas ci-
""ilizaci n d bid a ue ni fu ron ubyugados por aque–
llc
raza. , ni s u influencias fueron tan podero a que
obligaran al arte nmahuaca a torcer los rumbos defini–
do u se había marcado». Y a continuación dice : «Ya
sea que i::;e considere a Humahuaca como expresión gene–
ral de un pueblo o particular de una cultlua, parece que
con tituye una cufía empotrada en el corazón de la Que–
lnada, para deslinde tenaz de calchaquíes
y
quichuas.
Esta cuña, a nuestro modo de ver, tendría su base orien–
tada hacia los Chacos . El contacto de estos indios con
los del
Chaco)
el intercambio de prodtlctos entre ambas
comarcas es inn gable
»
(op.)
pág. 253). Y cita entre
otros elementos de prueba, de dicho intercambio, 'astas
de cier os chaqueños exhumadas profundamente' y «es–
queletos de grandes papagayos desenterrados junto con
restos humanos en cuyos cráneos
ha notaclo,,
casi univer–
salmente, la deformación propia de las tribus
ay1na,–
ráes ...
»
(11) El Padre Cabrera, que ha estudiado la cuestión de
los
liiles
a la luz d e nuevos documentos valiosos, ha lle–
gado a conclusiones originales e importantes que corri–
gen y completan lo expuesto por Boman. Dichas conclu–
siones son éstas :
ia
Los
nombr ~es
'furíes'
y
'lules'
son una sola
y
mis–
ma cosa, porque el segundo no es sino una corrupción o
degeneración del primero ;
2ª En tal virtud, lo indios
fu,ríes
de Oviedo
y
Valdéz
y
los
l1.lles
del Padre Barzana s·on los mismos. Y tales
indios no constituían una sola
nación)
sino que eran ' nn
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