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var la anotación, con nombre y señas, de cada indio

sacado fnera de la Gobernación.

10.

.

El Gobernador

y

el Obispo .

-

Vivían

de punta.}

como vulgarmente se dice. El Obispo Vitoria, que

según Techo fué dependiente de comercio en Lima

y

entró en el sacerdocio porque alguien lo soñó con

mitra, era al parecer un-"'espíritu

económico} práctico}

más que religioso . No es extraño, pues, que siendo

Obispo de Santiago, dedicase parte de su tiempo al

comercio. De esto, principalmente, lo acusaba Ve–

lasco ante el Rey, diciendo que todos sus _negocios

no eran más que 'tratos y contratos '. Lo tachaba

igualmente de ser, en este sentido, un hombre de

pocos escrúpulos, capaz de hacer 'mil con ciento'.

Contaba asimismo, que a él lo había excomulgado

dos veces sin motivo,

y

que los vecinos estaban 'es–

candalizados ' con las ' continuas escomuniones' que

ponía (Ramírez de Velasco,

op.

VI) (84).

Por su parte el Obispo, defendiéndose ante el Rey,

hablaba del 'poco talento', de la 'poca capacidad'

del Gobernador, agregando que ' no debía' 'tener

entero juicio'... (Vitoria, Obispo,

op.).

11.

O idado de la plaza.

-

Como no había 'orden

de mita en las pla.zas' como en el Perú, Velasco dis–

puso que cada vecino enviase, el lunes de cada se–

mana, un indio a la plaza, para su cuidado. En San–

tiago se reunirían, así, como unos cuarenta o

más,

con lo que tenía un_a buena cuadrilla. El gobernador