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espesor, para aguantar los vi ent os
y
las ¡:;rani zadas
entonces frecuent es ; de dos ala.s, un poco in
nlj
na–
das, como ahora, para que el agua le las lluvias co–
rriese... Eran todas baj as, con puertas anchas, ge–
neralmente cerradas con una sola hoja, de una fue.r–
te tabla toscamente labrada, aj ustada en un marco
de quebracho. Las ventanas, en su mayor ía, estarían
cruzadas con unos barrotes de madera...
I.ios principales edificios daban frent e a la p] aza ,
dejando entre unos y otros, sitios t apiados o abier–
tos, ocupados por huertas o ynyales. El cuadro de
la plaza mostraba en su centro el 'rollo
y
picota' o
'árbol de justicia): un alto
y
gr-~rnso
poste de alga–
rrobo.o quebracho colorado, con gajos o travesaños
_arriba, para colgar de ellos a los malhechores. Lo
demás estaría plantado de árboles frutales, especial–
mente de naranjos, y habría, además, algunas horta–
liza.s; sin contar los yuyos.
El resto de laR casas se vería desparramado por ·
los inmediatos subnrbios, siguiendo el trazado de
unas pocas cal1es ...
Cada casa tenía sn amplia
hu~erta,
donde había
naranjos, parras, duraznos, . higueras, membrillos,
manzanos, granados, perales, ciruelos,
li~oneros,
etc., cuyas copas .verdes y frondosas podía uno mi–
rar desde la calle...
·Este
er~a
el aspecto exterior de la ciudad, cuyas
casas si pasaban de cincuenta, no alcanzaban a cien.
Y ¡cosa extraña! siendo entonces tan nueva, la ciu–
. dad de Santiago parecía ya viejai... No había
más