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d n 1aba hien lia.

te

nn lía n

1

On ne ' lvió a cazar indi s

y a an<l n ,. la ca

a;

mient,ra. que u nj r colo

<

ba . bre 1 fuego una

gran ollc que servía para co ·inar carne humana.

Lo do niño . e quedaron l en casa.

El niñ indio que había vi t o a e inado t antos de u cóngenere

aprovechó entonce Ja oport unidad para vengarse: agarró al pequeño

Onone

y

lo puso en la o1la · <le pué huyó el pequeño vengador rápida–

mente al monte. Cuando más tarde Onone, cargado de p1esa, volvía de

la caza

y

qui o ponei_: en la olla carne de indios, encontró en e1la los

resto cocido de u propio hijito. Comprendió todo en el mismo mo–

mento, y furioso ele rabia corrió al monte acompañado de su perro

pero el pequeño piel roja había desaparecido.

Onone

y

su mujer se afligían tanto qne abandonaron aquel país.

En cuanto a la autenticidad americana del mito, pueden haber serias

dudas. Los mismos Penard no sospechan nada al respecto, pero re–

cuerdan que a.ntiguamente, los indios fueron cazados con perros, o que

la leyenda pueda referirse a la invasión del almirante francés Jacques

Cassard en

1712.

El tema del antropofagismo puede proceder también

de la zona eurasiática donde se observa en varios mitos muy populares,

por ejemplo en el de

Hcinsel und Gretel (Jiianoito

y

Mangcwha))

etc. Pero

no obstante de todas estas obyecciones) parece que el fondo de la le–

yenda es legítimamente americano y que

fuei~a

revocado con los ele–

mentos europeos, indicados por los dos autores holandeses. Nosotros

opinamos que Onone, es el tigre multiocular, con dos ojos en las órbitas

norm_ales y otros atrás en el occipucio; no consta el número de ellos,

pero por vía comparativa concebimos que son cuatro. La madre vieja

de los

tigres~

figura importante de las otras versiones, está reemplazada

por

l~

mujer de Onone, pero en el caso presente no desempeña papel

alguno. El pequeño indio, agarrado por Onone y llevado a su cas·a para

acompañar a sn hijito, es el héroe may<?r de las otras leyendas. De todo

modo, el presente texto ocupa una posición especial dentro del· mo–

tivo mitológico de la familia felina.

En resumen: tal cual, el tigre oculat de la mitología sudamericana

no presenta relación bien documentada con e1

choqitechinchay

peruano

venerado en el altar mayor del templo del Sol, pero de todo modo era

menester demostrar que en ciertas regiones mitológicas existía ese tipo

de monstruosidad.

Examinemos pues, a continuación, todo aquello lo que puede de–

cirse en favor de la idea, de que los cuatro rayos que salen de la cabeza

del felino dibujado por Pachacuti en su lámina, no son otra cosa que los

rayos imaginariof' que emite un ojo de brillo radiante.

Para tal

interpretaci.ón

sirven, en primer lugar, las mismas desig-

/