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en paix av le.. rneurtrier de ta me1e, t moi, quin te fais pa d
mal tu venx me tuer.
»
A ce parole , que Tiri ne
comprena.itpa il
I ria l'animal d attendr et d lui donner de plu longue..:
expli ation .
Tid suivit le paca ver on t e.rrier, et celui-ci lui conta que le ja.o·uar._
avaie.nttué son pere et ,_a mere, qu'ils avaient voulu le manger lui-m",–
m , et qu'ayant d /couvert depni peu son existence, il 'ou_laient en
f: i –
re leur e clave. Tiri, surpri de ce.. circon
tance~,
qu ' il ignorait complé–
temen t, et plein de fnreur , ré olut, pon sé par le parole du paca, de
venger la mort de se parens par ce1Ie de leurs a.ssa ins. Il attendit
que les jaguars revinssent séparément, chargés de cha se, et successive–
me.ntil
perga les trois premiers de ses fleches .
Le quatrieme} a.veo ses
q
1
uatre
yeux
1
}
apergnt la fleche et fnt seulement blessé.
Il
monta au
sommet des arbres pour se sanver, en criant:
«
Arbres, palmiers, favo–
risez-moi
!
Soleil, étoile , sauvez-moi
!
Lune, secourez-moi
!
» A ce der–
nieres paroles, la lune l'embrassa et le cacha. Depuis ce temps les Yu–
racares croient le voir dans
1
astre de la nuit; et les jaguars sont deve–
nus nocturnes. »
La misma leyenda de los Yuracarés del río. Mamoré, fué publicada
otra vez después de cuatro decenio , por
J.
Barbo a Rodrigues
2
•
I1a.
identidad con el texto anterior es sorprendente; hay, sin embargo, unas
variantes que conviene ·hacer r esaltar en lo que se refiere
a,
los párra–
fos transcritos por no otros :
Dice el autor en nota que el árbol
Dlé}
«
é urna Artocarpeacea,
a
Oastilha elastica
de Cervantes, abundante em gomma_ elastica ».
Las hormigas que la muchacha debía comer, llenaban la piel del cuer–
po (no de la cabeza) de los yaguares . El cuarto yaguar, también
«
tinha
quatro olhos », pero el detalle
«
ceux qu'H avait derriere la tete», falta
en el texto brasileño; esta última variante, es muy importante para
nosotro ; la frase francesa
«
derriere la tete», tal vez no expresa bien
lo que el narrador indígena haya querido
decir~
o puede ser que éste ya
se había olvidado de la figura de la respectiva constelación sidérea y que
agregó
niotit
proprio
un detalle, producto de su propia fantasía.
El fin del fümo o tigre, según d'Orbigny y Barbosa Rodrigues, es su
acogida por la luna;
«
depui._ ce temps, les Yuracares crojent le voir
dans l'astre le la nuit ». Esto quiere decir que las mancha lunares es–
tán interpretadas por aquellos indios, como nuestro felino cuadriocular.
:Puede ser, sin embargo, que otro mito, ajeno al presente, baya sido agre–
gado como final; Ebrenreicb :: por lo menos supone, que aquel tigre,
tan notable por sus cuatro ojos, corresponda a la Cruz austral, cuyos
1
En el original, impreso en tipo corriente .
!t
BARBO
A
RODRIG UE ,
Pornnduba Anutzo11<m. e,
etc., pp.
252-263.
ª
EHRE.N" R~ICH , Die
Mythen u,n d Legmclen)
etc. , p. 38.