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-49-

che es fría

y

obscura. Por fin el indio pertinaz, co–

bra su fugitiva. Pero, fatigado

y

aterido de frío,

aguarda la llegada del día. Y con ramas de ' '

que~

ñua' ', enciende su vivac. Aquello fué la revelación

de la montaña. De la roca, herida por las ascuas,

nació una hebra sutil, blanca

y

fina, que se exten–

dió como la culebra de un caduceo, a los pies del

indígena. ¿Plomo? ¿mazacote?

¿

bazofías del ce–

rro

~ .

. . ¡No ! ¡Aquello &a plata! Sobre esta vena,

que curiosa como una mujer, asomaba a la super–

ficie del cen·o, el

1.

0

de Abril de

1545

plantaba el

capitán don D[ego de 'Centeno la famosa oriflama

de Carlos V .. .

Desde entonces,

y

en dosciento

ochenta años

transcurridos ha: ta la consagracióT,L éJ.e la indepen–

dencia boliviana, d sp "'

oe Ayacu0ho, el cerro

de Potosí ha p od cid@,

egún

informac~ones

apro–

ximadas,

15.791. 00.000

de pesos fuetrtes, contri–

buyendo al sost

y

pre

·gio de la Corona con

3.158.

000 .000

por conce: <to de quintas reales. Uno

solo de los mineros del siglo XV'II, el maestre de

campo don Antonio López de Quiroga, depositó en

las cajas de S.

1\lt.,

por derechos que le correspon–

dían pagar,

2:5 .000.00{)1

de pesos de trece

y

medio

reales. No se puede pedir más elocuencia para

jus–

tificar el ''vale un Potosí'' que Cervantes inmor–

talizó en el clásico romance ...

*

Y tomamos un descanso, otra vez, mientras ajus–

tamos la cincha bajo el codillo de las bestias. Y

contemplamos el paisaje. A trescientos metros aba-