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- 53-

velones

y

donde el crucifijo advocado por los me–

nestrales, guarda en su vitrina los tiestos de labor:

el "ttecke" (bolsa de cuero para guardar el sebo

de los candiles) y la "llankana" o cincel, todo

di–

minuto, como una prenda espiritual que habla por

el alma del obrero, ingenua y devota, franca y vir–

ginal ...

Y seguimos la trocha hacia la cumbre. C'ien me–

tros antes' de llegar a la cima del cemo nos vemos

obligados a abandonar las eabalgaduras, trepando

las breñas como lagartijas. La tarea es fatigosa. El

sorojche (mal de montaña), detiene imperativa–

mente nuestros impulsos. Parece que la cresta erup–

tiva donde se afianza un asta de hierro, que plan–

taron los "boy s outs" potosi o , está al alcance de

nuestra mano.

P

·ro e

sa

lru

travesía. Estamos,

por fin, en el vértie e es e in:rn_enso cono de me–

tal. Dos horas largas liemos gastado en el ascenso.

Hasta aquí llegó,

olíva;r, que co)llo el hé-

roe de Longfe

!J.ow,

lo sabéi.s, - tenl:a la

obsecación de las alturas. N'O era el Chimborazo,

pero necesitaba el pedestal de una montaña para

arengar por el triunfo de la libertad. E:ra la fogo–

sa alegría del champaña, - lo dice Vicuña ·Mraeken–

na - que epilogaba, un 26 de Julio de 1826, la

~ruta

triunfal de los ejércitos del Norte.

-"De

pie, sobre esta mole de plata, - habló

Bolívar, -

y

cuyas arterias riquísimas aseguraron,

por trescientos años, el poderío de España, yo esti–

mo en nada esta opulencia comparada con la gloria

de haber traído victorioso el estandarte de la li–

bertad, dasde las playas ardientes del Otrinoco, pa–

¡ra fijarlo en el pico de esta montaña cuyo seno

es el asombro

y

la envidia del universo''.