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Hruanchaca, Pulacayo, el sistema de los Lipez, ricos
todos en cobre nativo, plata
y
bismuto. Al sur, en
primer término,
los cerros de Tabacoñuño (teta de
virgen), el cono
difll.Sodel ·Chorolque
y
los cordo–
nes de las Chichas. Más cerca, Andacaba, acostado
al sudeste.
La vista se fatiga en este ávido investigar a tra–
vés del espacio, buscando un tono nuevo en aquel
laberinto de montañas. iE:s que falta el verde de
los sotos diminutos que se han perdido a la distan–
cia, quebrados por la luz natural. Sólo el predio
de la finca Kayara, acostado en la comisura de una
quiebra audaz, por donde se aventura el río, man–
cha, con un o ón de verde tropical, el suelo ro–
jizo. . . ¡Dios poderoso si se empenacharan de flo–
restas estas m@ntañas fabulosas! ...
Pero, mire o al
~r
donde el imperio metalero
de los incas
manifiesta con el crestón de Apo–
porco. Fué aquella montaña el próvido manantial
de Jos
ricos
metales que fastua;ron los templos de
la isla del Sói
el san uario de las Ñustas. A1lí se
citó un día
codicia de Jos aventureros. Y si con–
servaran las piedras el rastro
español,
contarían
que
un
día un
capitán
garrido
y
fuerte,
que se llamó don Pedro de Valdivia, baj ó hasta su
entraña para hurtar los tesoros con que conquis–
taría más tarde el país araucano .. ,