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a ocho, cien, por lo menos, eran vascos; de doce
grandes mercaderes en plata, ocho eran vascos. Vas–
cos eran los al caldes veedores del cerro ; vascos, la
mayoría de los ''veinticuatros'' del Ayuntamiento;
vascos, veintidós oficiales de los treinta y ocho que
trabajaban en la Gasa de Moneda y seis de los diez
que servían en las 'Cajas Reales.
El Ayuntamiento de Potosí, que desde la funda–
ción de la ciudad estaba compuesto por seis regi–
dores nombrados por el cabildo de Ghuquisaca, de
entre sus ministros, se elevó en prerrogativas con
su independencia
jurisdiocional y el equiparado
preeminente al cabildo de Sevilla, con doce "vein–
ticuatros"
y
la presidencia de un justicia mayor.
Estas credenciales, que eLevaban el rango político
de Potosí al propio tiempo qrue su he1;áldiea, modi–
ficada por el nuevo escudo, se ennoblecía con re–
gios blason,e
(
a v
la ambición de los vecinos po–
tentados y dió
uevos giros a la lucha banderiza,
orientada hacia el 'predominio administrador y mi–
litar. Fué
ntonces cuando recrudeció la contien–
da. Y como eran caballeros los que bajaron al pa–
lenque,
y
bandos poderosos en prez y fortuna esti–
mularon la soberbia de los gladiadores, vióse la au–
toridad gubernativa en trance de dej ar correr los
desafios en la mayor impunidad. ·EQ instituto de la
Caballería, zafaba a la ley para
incorporarse
al
programa de los regocijos populares. La Villa Im–
perial revivía el romance legendario del tiempo de
los Clodoveos o del C'id.
El -carácter feudatario de la lucha, apremiado
por la influencia ancestral del predominio, dege–
neró en deporte. Se peleó por vanidad, por lujo,
por ingénita altivez, por oficio. En lizas campale¡:;,