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ambas partes, llenando de hol'ror a toda la multi–

tud que presente estaba, que los más no habían

visto batalla semejante, y los combatientes eran

diestros y de los más valientes que se habían. visto

en Potosí.

''' Godines y Montejo, revolviendo igualmente las

riendas a sus caballos, con tanto valor

y

fuerza

y

furia extraña, se embistieron el uno al otro

y

se

encontraron tan fuertemente que parecía haberse

juntado dos peñas, según la fortaleza con que se

acometieron.

''El caballo de Montejo era más fuerte y brioso

que el del contrario y así, aunque se arrodilló lue–

go, paró d@S-pués del encuentro. E\1 de Godines, no

pudiéndose tener, cayó de ancas. Godines fué muy

al

i del bote de la lanza que le dió Montejo,

y él am i':n

~

edó de la misma manera, y si en–

trara m' e [Yerro por la herida hallóse feneciendo

la ba a a po ue fue en e 'hueco del costado· más

co

,o

ue e

Pe!

ueña y no encarn:ó, caJsi no fué de

cuida o.

fEIJ.

bravo odines, aunque estaba mal he–

ria:o, en un momento levantándose de su lanza, fué

a su eaballo y sin poner pie en el estribo, saltó so–

bre él; pero esto dió lugar a que iMontejo excedie–

se con gran violencia, y antes de enristrar su lanza

lo entró con la suya, tan poderosamente, que atro–

pellándole el escudo, le dió otra peor herida en

el pecho.

' 'Desesperado Godines por verse tan mal herido,

retirándose algún trecho, le arrojó la lanza a Mon–

tejo, con tanta violencia, que no teniendo tiempo

de apartarse la recibió en su adarga y pasándole de

una parte a otra, le hirió en el brazo; y de allí

rompiendo el claro jaco y acerada cota, le entró al