-64-
ambas partes, llenando de hol'ror a toda la multi–
tud que presente estaba, que los más no habían
visto batalla semejante, y los combatientes eran
diestros y de los más valientes que se habían. visto
en Potosí.
''' Godines y Montejo, revolviendo igualmente las
riendas a sus caballos, con tanto valor
y
fuerza
y
furia extraña, se embistieron el uno al otro
y
se
encontraron tan fuertemente que parecía haberse
juntado dos peñas, según la fortaleza con que se
acometieron.
''El caballo de Montejo era más fuerte y brioso
que el del contrario y así, aunque se arrodilló lue–
go, paró d@S-pués del encuentro. E\1 de Godines, no
pudiéndose tener, cayó de ancas. Godines fué muy
al
i del bote de la lanza que le dió Montejo,
y él am i':n
~
edó de la misma manera, y si en–
trara m' e [Yerro por la herida hallóse feneciendo
la ba a a po ue fue en e 'hueco del costado· más
co
,o
ue e
Pe!
ueña y no encarn:ó, caJsi no fué de
cuida o.
fEIJ.
bravo odines, aunque estaba mal he–
ria:o, en un momento levantándose de su lanza, fué
a su eaballo y sin poner pie en el estribo, saltó so–
bre él; pero esto dió lugar a que iMontejo excedie–
se con gran violencia, y antes de enristrar su lanza
lo entró con la suya, tan poderosamente, que atro–
pellándole el escudo, le dió otra peor herida en
el pecho.
' 'Desesperado Godines por verse tan mal herido,
retirándose algún trecho, le arrojó la lanza a Mon–
tejo, con tanta violencia, que no teniendo tiempo
de apartarse la recibió en su adarga y pasándole de
una parte a otra, le hirió en el brazo; y de allí
rompiendo el claro jaco y acerada cota, le entró al