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te? Allí, precisamente, está la herencia del mine–
ro español. Aquel inmenso tenaplén, color de
plombagina, que cae, como un plano inclinado, des–
de los canchones de la mina hasta el pie del ce–
rro, arrastra una proporción considerable de oro,
cuyo lavado, con la rutina manual del barreño,
he tenido oportunidad de presenciar. Los prime–
ros experimentos fruc<tíferos se han realizado muy
recientemente. La comprobación ha sido alentado–
ra. Aquella fecunda entraña está esperandq el in–
genio, en cuyas zarandas y mesas oscilantes se ha
de deponer el metal tentador y sin liga.
J..1a región de los ríos auríferos tentó un¡ día, -
pocos años ha, - la empresa fuerte, que _llevó al
lecho del San Juan de Oro y otros
tributarios~
dragas vora e . e:u , el capital, arraigado en Bue–
nos Aires, onfiÓ su e fuerzo a la indolencia de
los administrador_es,
y
un año fulspués paralizaba
su acción
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mien.tr.aslos canjilones rendían, en ca–
da jornada, de tre a cuat ro libras de oro noble–
mente aquilatado, según la información que re-–
eojo de boca de los propios menestrales ...
Sobre esta resunección de la mina secular ha
de venir el capital fuerte, tentado por el rendi–
miento feliz del análisis, por el camino fácil so–
bre la propia frontera argentina
y
por la alenta–
él
ora vecindad del tren ...