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zarse empresas tan bien montadas como las de
Cornswall
y
tan ricas como la primera del coñ–
tinente.
La
industria del antimonio, nació en idén–
tica forma
y
con resultados más inmediatos. El
ingenio, el andarivel, la fundería, no fueron ja–
más recursos inexcusables que vinieran a compli–
car esta. industria elemental. Bastaron los bue–
nos barreteros, los fuertes cargadores, las pacien–
tes "palliris''' (') ,las numerosas recuas ...
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Acabo de visitar la mina de antimonio más im–
portante de Potosí y de Bolivia. Está a veinte y
dos leguas e a
'Qu~aca
y a diez de la frontera
argentina, plena regi<Dn de los ríos auríferos. Lle–
va un año
laboreo
y
ya tiene bien bifurcado
su sistema orong_uial por la entraña del cerro Ran–
cho. Sus rolegóm n0s, - más de un siglo atrás,
- recibieron el óleo
y
crisma con el tajo del hie–
rro español. Fué de oro su generoso contingente.
P--ero el oro de los montes tenía, para la conquis–
ta, la dificultad del proceso concentratorio. Las
arenas de los ríos ·eran más dadivosas
y
eficaces,
con sus guijos lucientes. La paleta de madera
y
el cedazo, bajo la esclavatura del indio, respon–
dían a la codicia con más elocuencia que el cuar–
zo duro de las montañas, enclavillado de oro. Este
cerro fué, por cierto, una tentativa feliz, supues-
(1) Mujeres, que en las bocaminas, seleccionan los
pedernales de metal bruto.