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La mañana es plácida y azul. Cabrillea el sol,
con fímbrias de oro, sobre
la
línea quebrada de
los montes. Rumorean las calles. Bajan a las fuen–
tes las zagalas. Se iluminan las cosas con/ la clari–
dad transparente y serena del espacio. La hora es
amable y propicia.
Eil
espíritu, contagiado de am–
biente, vibra, como espada flexuosa, frente a
la
clásica figura, trasuntada de galantería y de tra–
gedia y aurelada con resplandores de libertad.
.Cuenta este bronce a los pueblos de América,
de un joven cruzado, hijo del chocel de Tarapaya,
docto en humanidades, bravo en lizas de amor
y
d~>
odio; de un joven cruzado -vicuña, rondador
y torero -
que enciende con el filo de su espa–
da la prtme a c\hi t>a emancipadora del dominio
imperial; de un joven cruzado, aventurero
y
ga–
lán, pródigo de altivez en justas singulares, ca–
ballero
e,rovingio en San Clemente
y
dadivador
de sangre en toda
as arenas; capitán de legio–
n arios invictos, que se bate por la liberta d de
.América en todos los campos: en las calles de Po–
tosí, en la plaza de Huaina, en Ulti, en Cebadi–
llas. . .
y
va a caer en M!unaipata, para mellar,
con su cabeza gloriosa, el hacha del verdugo, ''por
haber l evantado el pendón de la libertad, tratan–
do de separar estos dominios del paternal gobier–
no del rey''' ...
Sirvanos la historia y el r elato de la época pa–
ra ordenar estas apuntaciones sobre el héroe má–
ximo de la Villa Imperial, mientras este glorioso
sol de noviembre brilla en los pedernales de las
torcidas callejas
y
pone un canto azul en la leja–
nía de la montaña.