FERXANDO CI-IAVES
ahe. El alma envilecida del indio bien puede anclarse
en esas honduras del servili mo.
¿Significa esto la festividad o no representa nada?
Sólo obsequian gallinas los indios por considerarlas de
mayor valor que otras cosas o como el mejor de los man–
jares para la mesa?
No se sabe. Nunca explican el simbolismo del fes–
tejo. Han perdjcJo el significado y persiste la· diversión
con su aparatosa apología del rebajamiento.
Terminado el desfile, Raúl agradeció al mayoral y
a los demás indios y ordenó al escribiente que colocara a
disposición de ellos todo el aguardiente que pidieran.
Para la tarde les ofreció toros. El júbilo fue indeseripti–
ble. Alaridos ele gozo vomitaban las bocas negruzcas
ya hediondas de aguardiente. El puro había circulado
y seguiría refrescando lo gaznates resecos de los indios
insaciables. Con justicia se regocijaban. El amo paga–
ba el ga ·to. Podían emborracharse como cuba sm que
les costara nada. Muchos iniciaron la paradisíaca tarea
prometiéndose cumplirla a CO!;?Ciencia.
En copas de madera trasegaban el líquido cristalino
que extendía por la hacienda entera un acre tufo ele caña.
Del alambique trajeron el día anteri"or una pipa lle–
na de puro para regalo de los indios. Se repartía el vene–
noso jugo profusamente. Como que el patrón ordenó dar
de beber sin tasa. El niño era bien gente.
Y así. intiendo espoleada la codicia primitiva y sor–
da que late en sus almas rudimentarias, lista a exhibirse
en cualquier momento. los indios procuraban llegar al
delirio, emborracharse como locos, ya que no gastaban,