PLA'l'A Y BRONCE
Raúl. Entonces la india sacó ele bajo del rebozo un gallo
blanco, completamente blanco y lo puso en manos del es–
poso. Este, lo depositó en las del patrón previa una pro–
funda inclinación y murmurando frases ininteligibles que
querían ser una salmodia en loor del amo y una especie ele
discurso ele salutación y pleitesía_ Raúl recibió el estram–
bótico
s¡:.~ech
con el entrecejo fruncido. Vagó su mirada
largo espacio hasta que fué a po arse, amorosa y cálida,
en la cara. empurpurada por la vergüenza. ele la Manuela
que al lado de su padre asistía a la fiesta. Por el cuerpo
de Gregario pasó un temblor de ira.
El gallo azorado aleteaba en manos del nii'ío. Cogió
el indio una gallina asimismo nívea, que le daba' otro y con
la cabeza del ave suya golpeó la del gallo que cuidaba el
patrón, y lo arrojó a un aposento que iba a ser clepó. ito
de los obsequios. Fué la señal. Este privilegio ele dar
la señal es hereditario . Inmediatamente desfilaron por de–
lante del niño
lo~
conciertos de la hacienda. Todos lleva–
ban
tm
ave que. después de ser golpeada con la que Raúl
sostenía. era lanzada al depósito.
Los indios conducían una gallina. Las indias, un ga–
llo. De diferentes colores.
Regalaron posteriormente frutas, pan, huevos. queso
frescos. leche. cereales ....
Muestra de sujeción extraña e' inexplicable. E l ave
altiva y pendenciera era abandonada en manos del patrón
en prueba ele acatamiento. Y la entregaban las hembras
como ofrendando la virilidad y el valor de sus hombres?
Y luego. los varones ofrecían la gallina. como ·ímbo!o
de su hogar que ponían al arbitrio del amo?
Quién
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