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PLA1'A Y BRO::\"CE

y hacían. en cambio. despilfarrar al amo a quien roban

iquiera una migaja. poniendo en el robo un ardor místi–

co. una fe

y

una voluptuosidad inusitadas.

El indio roba por un impulso atáYico poderosísimo

que le insta desde las sombras del pasado. Quizá el robo

e su única protesta. áfona

y

vergonzosa, contra los abu–

so del blanco. Su espíritu. sin fuerzas para enfrentarse

con el autoritario de los dom inaclores, recurre a las ar–

mas fala ::es. blandas. cautas ele la astucia

y

el disimulo

y

de ellas dimana una especie de cleptomanía hereditaria.

E s el solo engaño que devuelve al explotador . . . . . Ro–

barle al patrón hasta puede ser considerado como un acto

,·irtuoso

en

las reconditeces

s.in

explorar de su mentali–

'ad obturada

y

pobre.

Pronto empezó el jugo travieso de la caña

u efectos en el cerebro canijo de los indios.

rabía aumentaba.

a surtir

La alga-

Ccncluída la ceremonia Raúl

y

Hugo eligieron la

azotea oriental del patio

y

desde allí contemplaban con

t1na tristeza imposible de ocultar el cuadro de vileza que

se desenvolvía a sus pies. Raúl lo hubiera eYitaclo. pero

los imJ:os le re,lamaban fervor0sos. No dándoles la fies–

ta Lo achacaban a mezquindad del amo. y Raúl pensaba :

alguna \'ez deben divertirse estas pobres bestias fatigadas.

Y

al ser g·eneroso. dilapidador, oía los consejos de

Hugo.

(j'-tien

reflexionaba: que se embriaguen estos eles–

graciados indios. libres alguna ocasión de sus tiranos.

Se cumplieron los deseos ele Hugo. La ebriedad se

generalizó. Baco reinaba sin envidias,

Un indio atlético retorcíase en el suelo aullando

y

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