![Show Menu](styles/mobile-menu.png)
![Page Background](./../common/page-substrates/page0094.jpg)
FERN~NDO
CHAVES
Rugo al comér con delicia, con un placer que hacía tiem–
pos no experimentaba en la dudad.
Linda empezaba la vida en la
l~acienda.
Gozaba con
el viaje. ·
Súbitamente, al fijarse en Raúl, le vino a la memoria
su asunto,
como él ya le llamaba. ¿Qué entresijo de los
diablos podía sobrevenir ele esa pasión inesperada de su
primo? Le conocía. No era enamoradizo.
Y
aunque lo
fuera. De una india, por bella que sea, resultaba tonto,
necio. Tu misma pasión te curará, pensó por fin.
Fijó la vista en el cielo raso, niudo y meditativo. Una
sonrisa maliciosa floreció en sus labios finos y descolori–
dos.
-So11 las siete de la mañana; no vestimos ?-con–
sultó Raúl.
-Ya
lo creo-asintió Hugo. contento.-Qué bien se
pasa en tu hacienda. Ahora justifico tus largas perma–
nenctas. ¿Qué significa ese ruido apagado que llega has- ·
ta
aquí?
-Son los indios que andan y conversan por los co–
rredores. Hoy es el día de la Rama, aquí en Rosaleda.
-La Rama? Una fiesta?
Y
qué vamos a hacer en
ella?
-Nosotros . . . . Nada. He prometido a los indios
aguardiente. Lo daré. Viéndoles lidiar unos toros que
les he ofrecido, gozaremos nosotros.
Quiere divertirte? ....
-Pregunta es, y excelente la tuya! Bien digo que
llevas camino del monasterio. Linda
monja
harás primo
mío.
8R