FERXANDO CHAYES
YO, leal y sumiso; capaz de ir al sacrificio por
el
patron–
cito.
Los indios le apreciaban también por su benigni–
dad y porque trabajaba con el ejemplo.
Los mayordomos. esos hombres ele hierro crecido.
entre asperezas. que se acostumbran desde niños a las
rudezas ele la existencia. para ellos. de choque y lucha
siempre, y que se pasan la Yic!a en las haciendas extrayen–
do de la tierra avara, tan sólo con el esfuerzo mísero de
las manos suyas y ele los peones. las riquezas que aumen–
tarán el caudal de los amos sumergidos en el ocio ciuda–
dano, son héroes del trabajo silencioso y abrumador.
Sin máquinas. sin ciencia. con el mismo arado primi–
tiYO de reja ele madera que hace cuatro:::ientos años rotu·
ró el suelo ele an Francisco ele Quito. para albergar gra–
nos ele dorado trigo, indefensos contra la naturaleza ver–
sátil, esos hombres, en brega cuotidiana, por una escasa
remuneración; facilitan y mantienen la pereza grávida, in–
vencible del blanco que a la menor ocasión vocifera en
raptos ele necio. de triste y cómico orgullo: "soy
deseen~
cli.ente ele e pat1oles", como si eso no se le conociera en la
fatuidad. en la holgazanería. en la inutilidad tan propia _pa–
ra los trabajos prácticos y prolongado : en su enfermedad
endémica ele ot1ar y sólo soñar; en su ferociclacl para con
' los vencidos, para ccin los que la suerte le entregó esclavos
e ignorantes: en u tirria contra la cultura ·sólicla y efectiva:
en su egoísmo imperdonable; en su mi ticismo ri ible que
le ata a la roca prometeica ele la inacción, en espera de un.
más allá soñado, y, a fuerza de mentido. casi real en sus
espíritus ele sombra en los que sólo el error prospera con·
Y•egetación lujosa ele supersticiones
y
ele Yanos temores ...
Si, muy españoles, mucho tal yez desgraciadamente. Hi-