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PLATA Y BROKCE

nita melancolía de sus Yidas embotadas. animales casi, le

despertaba. a ratos. enviclra. Si, una intensa envidia que

le nacía muy adentro, pero no en el cerebro, una envidia

cenestésica. Retornan a la absoluta inconsciencia primera

e os clesYenturados seres sin ningún esfuerzo, sin el menot'

dol01:.

Y

en todo simples, dejan regarse como un licm·

espumoso su satisfacción radiante de pocas horas.

Cna vez al año disfrutan ele la liberalidad del patrón.

Entonces lo hacen con fervor. ¡Les roba tanto!

Sin complicaciones, tan sólo con la idea unilateral

de que es la plata del amo la que se desperdicia, suben al

pináculo del placer grotesco empujados por el demiurgo

del alcohol que el mismo blanco den·ama en sus bocas se–

dientas con una antañona ojeriza.

:\

rma ele embrutecimiento

y

degeneración, el alcohol·

perviYe ejerciendo su obra nefanda. Es la peor coyunda,

el yugo más tiránico. Cien años ele libertad no lo han ·

quebrantado. Ni lo han mellado siquiera. .Menos aún,

hasta los cómitres son esclavos del mismo vicio grosero

y aniquilado!".

Sin industrias. sin manos dadivosas que rasguen las

vendas de la ignorancia, esas muchedumbres caminan de–

saladas, con las espaldas vueltas a la civilización. Se

la~

arroja inermes y ciegas a las distancias luminosas del

futuro. Les aguija

el

alcohol y le.b oscurece la senda el

egoísmo del blanco que les inyecta creencias enrevesadas

para facilitar su apocamiento. buscado perpetuamente.

Hombres fuertes a los que carcomen la barbarie y la abyec–

ción. Así se fabrica ese lastre de ignominia que detiene

a un pueblo en su ascensión a la cultura .....

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