PLA';l'A Y BRONCE
VI
Los dos blancos huyeron al interior. En el cuarto
de Raúl se acomodaron para una larga espera. Fumaban
con delectación us cigarrillos y se abismaban en la per–
·ecución de las azul osas YOlutas del humo perfumado.
r'o osaba
ning~m o
romper el ilencio.
Raúl no se sentía con Yalor para recordar su asunto.
Para qué? Evocándolo padecía invencibles languide-
ces, un desfallecer ele la voluntad amenaza,dor.
Hugo parecía madurar un proyecto. Cortó el silen-
CIO. como un latigazo, la interrogación del primo.
-¿Qué es de tus inv itadas?
- Deben llegar ele un momento a otro, replicó Raúl.
-¿Está dispuesto t odo para la juerga de esta noche,
verdad, querido primo?
-Todo.
-Vamos a hol b"a r ele lo lindo .
-La maestra de e cuela de Torrebaja es nueva. Ha
venido recientemente. Quiero conocerla. Por eso la he in–
Yitaclo. Me han dicho que es una chica simpática, un bocado
ap_etitoso ....
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