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FER:\"A:\"DO CHAVES
Rugo remiraba a la maestrita temblando de codicia.
Realmente era una helllbra soberbia. Bocadito primaveral
y
delicioso. muy distinto de las crasas redondeces matroni–
les ele las cholas y de las formas quizá demasiade robus–
tas ele las indias tercas e insensibles. Se regodeaba con
el perfume ele la conquista que ya imaginaba segura.
¿
Có–
mo resistiría esa débil criatura la tentación del oro y las
mentidas promesas que sus labios hábiles sabrían deslizar
con oportunidad diabólica en las orejitas sonrosadas y me–
nudas?
-'Usted, me dispensará Celina-dijo RaúL como sin
darse cuenta del sobresalto de la chiquilla al sentirse sú–
bitamente tratada con tanta familiaridad. He mand.ado
a im·itarla porque quiero que conozca la hacienda que; des–
ele hoy. está a sus órdenes. Asista a los toros de esta tarde.
Venga a pasear cuando desee.
Calló la chiquilla. Hizo con la cabeza un vago movi–
miento ele aceptación. Su instinto sutil de hembra adi–
. vinó en la llamada una insidia
y
un peligro. Reaccionó
sinembargo,
y
despreciando el abismo qrie hervía a sus
pies. habló sonriente y decidida:
-Gracias, sei1or ele Covadonga. La hacienda es pn–
mor sa y ha sido un júbilo mío conocerla.
Los labios ele Hugo, resecos, . eran humedecidos por
la lengua cautelosamente. Deleitábase con la viveza
9e
la maestrita. con su desenvoltura que él creía desparpajo
y
se complacía en forjar posteriores instantes felices pro–
porcio!'taclos por los encantos múltiples de esa muchacha
que a su lado, brindábasele maniatada y hermosa.
Como ror un mutuo recelo la conversación se enfrió,
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