FERNA~DO
CHAVES
se !e ccgía la mano. espera1'1do encontrar la garra
y
no
hallando sino una mano suave, fina
y
reseca.· con los múscu–
los tensos en una perenne tentativa ele posesión. En esas
man os cálidas se retenían amorosas las ajenas.
Qué manos las de l\llatilde. ¡..ranos de vicio. manos
de pecado.
:i.VIientras Raúl hacía las delicias de las cholas igno–
rantonas con sus razona\11ientos que ellas sólo a medias com–
prendían. pero festejaban por entero: Hugo se iba aproxi–
mando. apasionado
y
trémulo. a Celita que casi exteriori-
zaba u asco por él.
·
Raúl tertuliaba con las cholas. Celina tenía que par–
lar con Hugo. Era una encrucijada. El simpático Raúl
se alejaba
y
Celita sola se veía obligada a mantei1er con–
versación con Hugo que. todo tem1bloroso, no acertaba a
agradarla. El joven veía confusamente que la virtud de
Celina tal yez era indomable. Nunca se había aproximado
con intenciones pecadoras a una virtud real
y
sólida en su
vida de disoluto.
Solamente virg
;nidacJ.esa medias. pudores artifida–
les halló en su camino. Castillos efectivos ele pureza no
tomó él por asalto. Recatos mentidos de señorjtas que se
dicen inocentes para cotizarse mejor, eso sí abundaba
en .
la ciudad. pero una tranquila
y
profunda virtud, sin alar–
des ni desvanecimientos, como la de Celita era cosa nue–
va para Hugo. Temeroso del fracaso, el primo ele Raúl
avanzaba con cautela. Más conveniente era no precipi–
tar los acontecimientos.
Abordó los temas frívolos para distraer a la mucha–
cha que miraba de reojo
y
con un poquitín de disgusto
1 JO