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PLATA Y I:HO:'\(' ffi
o¡;onía a la de ·ennJltura ·del bl anco una de fensa pas i\·a. i–
lenciosa
y
humilde.
Ra t'1I no comprendí a.
l\'un ca se había estrellado así su lasc i\'a voluntad .
Las indi as eran rebeldes, per o siemp r e cayeron como be -
tezuelas _mansas. asustadas . en sus manos
á
vicias el e pl ace r.
Y la Manuela era la mej or longa de los conto rno : una be–
lleza morena y provocatiYa. con un os ojos de a lmendra,
de mirar dulcísimo hasta cuando
expresab~n
el renco r , la
que así detenía a Raúl. E l amo codiciaba a la f anuela .
E sta casi despreciaba al patrón
y
ele a tendía su
febrile.,;
ruegos . Ni la ambici ón del d iner o. el fun esto ·señuelo que
anula la voluntad ele sus hermanas el e raza pudo nada con
ella.
Y era tan g uapa la Manuela . . . Con su a irec ill o tími–
d o ele Yir:5·en monta raz que ponía sobre sus encantos jocun –
dos, tentador: s. como un velo ele ra r a santidad, a•lgo a í co–
mo el perfume soñado de una fl or , hermosís ima que no e ·
posible aprisiona r, se torn aba má adorabl e.
Raúl se obstin ó en vencerla .
La asediaba a todas hora . Ya eran las llamadas in–
sistente a la casa ele la hacienda
:'11
donde la Manuela ser–
vía con más frecuencia que las otras longas.
y
allí. en ca–
da
oca~ ! é n
pretendi ó anudar pasaj eras :::onversaci ones con
la
in.Jia huraii a que só lo contestaba a las g al antes pregun–
tas del niño c on ásperos. silbantes monos íl abos que lo eles–
concertaban . Siempre la
1\1
anuel a procura ba huir.
y
huía,
pese a las impos ici ones de R aúl , en cuyo esp ír:tu se a lza–
l~a11
indignados los r ecuerdes de sus triunfos anteriores
y
protestaban por esa derrota de su sen sualidad .
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