FERNANDO CHAVES
viente comprobaban su lealtad. En la refriega se coloca–
ron muy cerca del patrón.
Montar~m
y partieron.
* * *
· -Vamos a ver a Celina-propuso Hugo.
Raúl tocó la puerta. Una yocecita cristalina y fresca
contestó del interior.
-Voy. señCilres.
Aguardaron.
Apareció la muchacha sonriente, afable.
-¿Eran ustedes? . . . . Su tono denotaba sorpresa.
-No nos esperaba,
señorit~
Celina. Sin embargo he-
mos querido saludarla an_tes de volver a "Rosaleda".
-Entren. señores. Indicaba el paso con dign:idad. El
zaguanete, esmeradamente barrido. resplandecía.
Un cuartito pulcro, limpísimo, con un sofá y ·:::uatro
sillas de vaqueta. En el centro, una mesita cubierta por
una sobremesa tejida de manos de Celina. Un florero con
tm enorme mazo de azucenas embalsamaba la reducida es–
tancia.
-Siéntense.
-Gracias, señorita-repuso Hugo turbado.
-U~.t.ecl
disculpará que hayatnos tomado parte en sus
cuestiones. encantadora señorita--aventuró Raúl con dis–
creta cortesanía.
-A no ser por la generosa intervención del señor Za–
nlora cuya voz oí casi desde el principio del bochinche
y