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PLATA Y BRONCE
be. . . A conservarlo. . . Lo sucedido esta tarde no puede
repetirse. Procure impedirlo. Es su interés ...
-Se hará lo que manda el señor Raulito. ·Pero no
será mejor que se vaya esa señorita? Los del pueblo des–
que van a hacer una solicitud pidiendo que la boten.
-Su obligación es protegerla. Nada más. Usted es
miembro del Gobierno y está obligado a p11estar auxilio
a
los otros servidores del país como la señorita Celina.
El chagrélJ se rascó el cráneo microcéfalo sin compren–
der.
Se limpió las comisuras ele los labios, untadas de co–
mida, con los flecos del poncho
caf~.
-Por darle gusto a su mercé se hatá lo que dispone.
Pierda cuidado ño Raúl. Mis tres chapas la cuidarán.
-Así lo espero.
-Hasta otro día, Don Leandro.
-Buenas tardes, señor Teniente Político ...
El chagra enorgullecido estiróse lo que pudo, escupió
con un ruido tremendo. clamoreando :
-Que tengan buen viaje los niño!'.
Anochecía.
Las cabalgaduras, al trote largo. arrancaban de la
cangahua dura de la senda un ruido acompasado y seco.
Hugo fué el primer-o en hablár . Le escocía el silen–
cio, tan lleno . de emociones como estaba su espíritu.
--Primo. tenías razón . Estas gentes qUie nos rodean
reclaman una lluYia copiosa ele civilización, 11n diluvio de
muehos años ele cul tnra.
-Son capaces de todos los crímerues porque &on irres–
ponsables
y
no m ielen la magnitud de sus actos.
-Se ntelven haces inflamables ele las piras que pren-
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