PLATA Y BHOXUli:
la suya senor de Covadonga, mal hubiera pasado
en este pueblito tan católico
y
tan _agresivo.
-No hable ele eso Celinita--cortó Rugo
Nada ele bueno· hay en lo hecho por nosotros.
la impia
fogoso.
El debe(
de arrancar al civilizado de las garras <fel salvaje nos mo–
vió a tni prirno
y
a mí.
EYitaba decirle que su amot· frustrad o era el origen
oculto ele su admiración
y
ele su bizarra protección. U na
desconocida vergüenza le quemaba la sangre
y
le empur–
puraba la cara. Ya se presentai"Ía ocasión más oportuna.
-r\
o le decía yo señorita? Son malos en el pueblo.
Si usted quisiera aceptar tempora1mente mi hospitalidad
en ··Rosaleda··. las puertas ele mi casa están siempre abier–
tas para usted
y
su tío.
-Demasiada bondad. don Raúl.
1.:
stecl comprende
que la primera ,-isita a su hacienda ha ot·iginado esta he–
catombe a medias; otra vez s·ería atraer la tempestad . _..
-j
r;ei1Sa continuar Yivienclo en Torrehaja ?-:nquirió
ansioso. H ugo.
-¿
Por qué no ?--dijo la maestrita, reposadamen te. Un
11alo de serenidad coronaba su heli o semblante hermosea–
do pot· las lágrimas.
-Esta existencia encierra muchos peligros para us–
tecl-teplicó _Hugo. Nunca estará segura ni libre de la
brutalidad
che
estas gentes.
-\'olvet· la espalda cuando
l~
civilización n os recla–
ma. . . . . . impusible señot' Zan10ra. Abandonar el sitio
ele avanzada. desertar ele la Yanguarclia cultm·al poí·que
el primer oleaje nos enfanga? 1\o. señor Zamora. Esta
<:ll11·a pruoba porque acabo ele pasar ha · ele ·cubierto en mí