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PLATA Y BROKCE
tiempo más-expresó Raúl. Cn suspiro largo acalló las
h·ases entristecidas.
-.:vJ
e abruman las bondades de ustedes.
-Buenas tardes. seíiorita-concluyó Raúl estrechán-
dole la mano gentil. caballeroso.
Rugo se atra ·ó de intención. Cogió el sombrero sin
dejar de ver golosamente a Celina. La hembra culta
y
bella. sencilla
y .
heroica, tan distinta de las mujeres "bi–
belot" que conociera. le sugestionaba con máximo poderío.
La adm.iraha y la amaba.
Retuvo su mano endeble
entr~
las suyws amoros-as
y
ardientes.
Como para que no se horrara la imagen de la maestri–
ta procuró grabarla en la retina no dejando cl.e mirarla ni
un segundo. '-.;
embriagó ele su presencia sin llegar a
sacia1·se . . . . Despidióse con Yiolencia masculina que en
el fondo es debilidad
y
buscó la ca!lle cubriéndose
el
rostro
con la ancha falda del omhret·o caído sobre la frente.
Lloraba la pénlida ele un bien
inaseqt~ible.
De una perla
que no daría lustre. a u diadema de enamoradizo ..... .
Abrióse paso la esperanza por l1as cenizas del fracaso?
Tal vez . .. . .
Montaron los dos primos. Contemplaron por última
yez la casa de la maestrita que albeaba como una corde–
rilla entre IJas pardas guaridas aldeanas
y
se alejaron. Raúl
delante, seguido ele Hug0. El mayordomo y el escribiente
detrás.
Cruzaron la plaza.
V
na call'eja llena de hierbas y
!"m·cada por hondas grietas p!uYiales les condujo a la
Cé~sa
del Teniente Político.
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