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FERNANDO CHAVES
no discutían sobre la bondad del hecho. EL párroco les
citaba
y
había . que acudir.
¿El objeto? Cualquiera que
fuese. Era igual. El señor cura no les haría llamar
para nada malo. El era tan bueno . . . . . Rezaba. tanto
que no era posible que cometiera un pecado ....
En los pueblos pequeños el cura es un demiurgo om–
nipotente. Un Maese Pedro andariego
y
díscolo que ma–
nipula muchos muñecos risibles: los inofensivos pobla–
dores, valiéndose de los mismos hilos desteñidos
y
mu–
grientos: la religión, sintetizada en infiern0 y cielo; la
delación. organizada y elevada a la categoría de virtud
con el nombre de confesión; la mansedumbre para la ex–
poliación, hecha también virtud con el mote ele piedad.
Esos pobres peleles no se mueven nunca impulsados por
un ideal. Consideran tales. al egoísta, ausente y falso
de "saiYarse", o a la devoción gazmoña que encubre las
peores sordideces.
Empleadillos o profesionales vulgares que ya van 'pa–
ra ricos, no creen lavadas sus faltas-desprovistas de no.–
bleza
y
originadas en el afán usurario-si no tienen la
patente de corso del presbítero. El Homais que ya echa
barriga a
fuer~a
de desplumar a los clientes infelices, se
siente amedrentado porque nunca sus ''ideas liberales' ' tu–
vieron cimiente. piensa en la posibilidad ele la condenación
y
acuciado por su lVIadame Bovary. bizca del alma y de
los espejos de la misma. se refugia en el confesonario
y
se conforta el espíritu para nue,·os latrocinios con abun–
dantes golpes de pecho, muchas hostias en el garguero
y
copiosas misas oídas en genuflexa posición.
Maese Pedro tiró un hilo: la · defensa de la fe.
El
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