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FERNAJ:\"'DO CHAVES

mentecato, que dice el señor párroco de ese impío, que

sólo por castigo de Dies llegó a nacer en el Ecuador.

-.Así ha ele ser-apuntó un cliente.

En la ·calle aumentaban los ruidos alarmantes.

- .'\ura que le defienda su Juan Montalvo-gruñó el ·

barbero asomáilclose a la ·puerta. En la hora de la muer–

te le van a servir los libros ele ese hereje .....

-El síndico anda reuniendo a todos-dijo un viejo

desdentado y larguirucho. de ojillos movibles de raposa

y de nariz de purulenta comba con prott,tberancias llenas

de pelos.

-Vayan ustedes tan-aconsejó Eusebio.

-Y usté tan-le invitaron.

- ro hay quien cuide la tienda.

En realidad era miedo lo que sentía. Adivinaba la

responsabilidad que recaería sobre los promotores de la

zaragata, y no le gustaba comprometerse. Astuto y co–

barde, ansiaba el castigo de la nmjer que hablaba ele Mon–

talvo en la charca pueblerina, donde el sapo rey suges–

tionó a las

r~nas

con sus invectivas, mintiendo de su irre–

ligiosidad; pero deseaba verlo venir por mano ajena. Es–

timaba su bazofia diaria y sus mezquinas comodidades

salpicadas de maledicencia. para exponerlas en una al–

gazara por justa que fuera.

Se quedó. Una risita de conejo abrió su boca al ver

el desfile de los asaltantes.

* * *

Hugo avanzó aislado. Se metió entre la turba gue–

rrera que sitiaba una casa. Una casita baja, limpia y

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