PLATA Y BRONCE
El nomadismo de Rugo. su vagabundeo erótico se
estancaron siempre en mujeres broncas, movidas por un
resorte solitario: el
lucro. Todas iguales. Tontas, pla–
nas de fondo.
Sin más sapiencias que las de una coque–
tería de epidermis.
Bah, hembras casquiYanas
y
lujosas. cuando las es–
cogía entre las de su clase. Mujerzuelas de la misma mu–
siquillc-i: ele fonógrafo: mimos
y
dulzuras pegajosas; si la
halló entre las que una fiebre de boato
y
una instrucción
mogigata. empujan al vértigo de la prostitución. En la
clase media no había sino cabecitas locas, indigestas de
sueños de grandeza imposib-le.
gentes
que han resuelto
la cuadratura del círculo con la obtención de la pobreza
'ostentosa
y
derrochadora . . . . . Pero una alma como la
de Celita, firme
y
alta, imantada hacia la verdad
y
el sa–
crificio no atisbó nunca.
Le produjo un deslumbramiento el espíritu novedoso
de la chica. . Su cerebro inatento de joven diYertido re–
pelió al principio su reminiscencia de dignidad
y
honra–
dez.
Pero luego, los posos de su hidalguía removidos
por el fracaso-no ocultado por Rugo a los ojos de Raúl
-iniciaron un moYimiento claramente admirativo de la
virtud de la maestrita.
La inminencia del peligro sobre la frente amada, le
decidió.
*
* *
Poco más ele cuarenta minutos empleó Rugo para
guiar su caballo por el camino quebrado
y
desigual.
Como un simóun penetró en el pueblo seguido a du-
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