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PLATA. Y BRONCE
títere se mov10: un vejete deteriorado con una cara terro–
sa de fugitivo ele un cuadro del Greco: las barbas lacias
y
descuidadas: los ojos: llameante el uno
y
el otro opa–
co, blanquecino, con nuiJe; recogido como un
chocho;
los
brazos largos terminados por manos
percudidas
y
ganchu–
elas como patas; las piernas enjutas, demasiado libres
bajo el pantalón anchísimo de pana color café
guaba
.Y
finalizadas por unos pies enormes, torcidos, siniestros,
costrosos y negros dentro de las alpargatas incompletas
y
grises. Era el síndico de la iglesia: canongía muy dis–
putad<>..
El poncho del vteJO
·manifestando su vitalidad.
recibir órdenes.
ondeó sobre las flacas piernas
Se unió al Estado Mayor para
El hombrecillo verdoso declamó como solía hacerlo
eo la ''cátedra sagrada" para todos, menos para él. Atra–
biliario
y
burdo, gruñón
y
zafio. Los pómulos salientes
y los ojos movedizos daban la sensación de una lagartija
que agita al sol la lcngi.ieciHa bífida. La lengua de esta
otra alimaña no era tan innocua cmiw la del bichito, sino
que despeñaba un alud irresponsable de furia.
Desde el balcón el saurio osciló como un péndulo.
Barbotó insultos su boca guarnecida de colmillos amari:..
lientos. sucios, sin lavar hacía muchos años ....
-¿Dónde están los católicos ele acción que estos
tiempos calamitosos requieren ?-gimió con la voz cles–
garracla. rota.
A sus
gallos
replicó una inclinación sumisa del viejo
síndico, Don lnocencio.
Ya
iba a ver el señor curita ele lo
que eran capaces e os católicos cuando se presentaba
la
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