FERNANDO CHAYES
inermes, laxos en manos del insaciable Moloch
¿Por qué, si ya contigua.s, fuerzas innúmeras y ele re–
cios bíceps empujaban el mismo lema que ellas: CLARI–
DAD?
-Esos imbéciles no tendrán la satisfacción ele ver
qtJe he llorado--dijo.
Movilniento~
brusco·s secaron sus lágrimas. Lim–
pióse el rostro. Desmelenada. con un lampo divino ele re–
solución en los ojos tranquilos: desprovistos ele odio, an–
duvo hasta el zaguán de la casita.
Indiferente, como si una amnesia le paralizara el ce–
rebro para ahorrarle la noción de que esos le buscaban
para punzarle. se reclinó en un pilar. con el libro en la
mano izquierda
y
el foete en la diestra.
Sobre la madera lustrosa y firme se convulsionaba
una enredadera florida. Así hubiera sido ella. como esa
trepadora tenaz. ciñéndose al cuerpo ,;iril ele un hombre
fuerte para celebrar el triunfo de a vicia sobre las paz–
guaterías sociales. Así. florecida y tensa. vital y esté–
tica. adorno
y
fuerza para ese ramo robusto que como
ella sería jalón indestructible ele un sendero emproado a
la
J
ustic :a y a la Cultura por el Amor.
Sintióse solitaria como una ·rama débil que se pega
al suelo, pisoteada por los. brutos. pero que en el vértice
ostenta un racimo de flores armoniosas. inmortales .....
La mesnada podía matarle. Su sangre fecundaría
un surco ilimitado con purpúreo riego de sacrificio. Nue–
vos obreros generosos rotura1·ían la tierra pétrea del pre–
juicio. oscurecida de fanatismos, para sembrar Libertad
a manos llenas. a voleo. noblemente. perpetuamente.
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