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!'LATA T
BRO~TB
recía. Demasiado borracho habríase quedado en un rin–
cón, vencido por el alcohol
y
el sueño, durmiendo pesada–
mente.
Trajeron nuevas copas. El niño ordenaba que las sir–
vieran con una frecuencia aterrante para Celita que las veía
venir como truenos presagiadores ele una tormenta conti–
gua. La maestrita meditaba reviviendo su ensimisma–
miento del mirador. Era noche
ya~
Una noche oscura,
cálida y bochornosa. El calor de la tarde formó densas
capas ele nubes abullonadas y plomizas que oprimían el
ambiente ofreciendo una lluvia insistente, formidable.
Apenas se oían los gritos distantes de algunos indios
borrachos,
y
los sordos ronquidos de los que dormían en
los fríos ladrillos de los corredores. Pobre raza Yencida,
se tendía en el suelo, arrastráJndose materialmente. hasta
cuando regida por
el
alcohol
adquiría.~
un transitorio do–
minio sobre la inopia moral.
Los niños bebían .... Rugo empecinado en que Celi–
ta tragara algunas copas de whisky. El había engullido
tina cantidad doble; por ella
y
por él. porque la adoraba.
Celita depositaba en su diminuto pañuelo ele encajes los
pequeños sorbos del licor de cebada que la testarudez de
Rugo le constreñía a llevar a la boca.
Raúl no se preocupaba ya de los dos. Con la Rita
se confundía en una escnltura confusa en un ángulo del
salón. desafiando las miradas ardorosas de l\Iatilde que,
ebria, anclaba de un lado para otro con las manos Yicio–
sas hacia adelante como queriendo apresar algo
y
los ojo
llameantes ele fiebre placentera.
El señorito se desprendió del abrazo ele la Rita. De. -
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