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FER.'\A.'\DO CHA

\'EH

veme por Dios. don Antuquito, y le cogía las manos ca–

llosas con las suyas estremecidas

y

las mojaba en una

Jluvia implorante de lágrimas. ·

-Niñita .... Cómo puedo yo hacer? .... Se ha de

dar cuenta el patrón ....

-No-elijo Celina. estirándose señera. Prepara un

caballo-iba bajando la voz-y lo pone en el patio más

cercano

é}

la sala. Lo demás . . . . yo lo hago.

-Pero niñita. puede matarse. Con este tiempo

-Prefiero morir a quedarme aquí. Si el caballo es

bueno y conocedor. nada ha ele pasarme. Por sus hijas,

sálveme don Antonio. y la arrogante muchacha e retorcía

las manos ele angustia y trenzaba su cuerpo codiciado

al

fuerte y erguido todavía del Yiejo mayordomo. convertido

en sostén de esa enredadera bellísima.

Luchó interiormente el cholo un corto tiempo. Un

edimento ele moralidad le llevaba hacia el bien instánclole

a rebelarse contra el amo omnipotente. Sus ojos deslus–

trados se irisaron en la sombra con un destello ele volun–

tad. .-\doptó una resolución. Ahora era firme como

u~a

roca.

-No

_llore niña. El caballo estará listo en el patio

que sigue al corredor del cuarto de

ño

Raúl. La puerta

a l camino ordenaré qute le abran i quiere irse. A mí me

parece que basta con esconderse por aquí . . . . Si se va,

mande el caballo a mi casa a la madrugada.

Calló. La voz del viejo temblaba. Sumido en la obe–

diencia. primera vez que no acataba una orden del

amito.

Pero era ya demasiado. Que se divirtieran con las cholas

que e

prestan,

pase; con las indias que al fin no son más

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