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gene!:osa.
~· us
palabra
turbia · herían los oídos de Ce–
I:ta que la huía con desprecio.
La Rita con lo
oj o
semicerrado
llamaba al niño
Raúl con voz ronca y vacilan te mientra
anclaba difícil–
mente.
Se enredaba en los centros. Deshízose de ellos
con un gesto impúdico que de ató la
ri as· de Raúl ante la
e ·hibición de las pantorrilla
firme
y bruscas cubiertas
por la a rruga de la med ias de un ro a subido, demasia–
do ch illón.
La Matilde tenía la ojeras má
profundas, más vio–
lácea que al principio;
ti
oj o
relumbraban
con
una
inextinguible llama de de eo \'i olento
y
dominador, y sus
mano
fina . u mann de ga rra. se j ncendiaban, trocada!
en lenguas de un fuego blanco y tran lúcido.
Iba la chola
del un o al otro niíio.
Se agarraba tembl equcante al bra–
zo r obu to
y
ceñíase a l elevado cuerpo de Raúl. o se res-:
tregaba láng ui da. sabia dejándo e caer ca, i
obre la ar–
mazón feble de H ugo que la despedía ele sí sin ojos más
que para
elina quien contemp laba el sol, ya occiduo con
la mi ma inmen a pe aclumbre que cuando estuvo en la
azotea .
Llegaron a la a la. E ntraron las do cholas del brazo
de Raúl. Había una tenue claridad ele dos bujías lacri–
mosas en la amplitud del salón.
-Sentar e seño re
y
eñoritas -
im·itó la voz grue-
sa del patrón .
-Grac ias, primo-
repuso Hugo. por decir algo.
Las dos hermanas no interrumpían u algazara.
Celina callaba ap retando su
finos labio en una mue-
ca desdeñosa. N o se encontraba a austo.
Su tío no apa-
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