PLATA Y BROKCE
viéndose trofeo para los deseos febriles ele Raúl, la india
fué lentamente. progresivamente admirándole. Era el
blanco hermoso y subyugador. La otra raza, la domina–
dora que se le aproximaba en un gesto brutal, lascivo, pero
bello. Ella no_sabía de las blanduras aviesas que
el
blan–
co da al amor. de sus persecusiones, de sus civilizados ve–
ricuetos. Sabía del apremio tosco, del retozo primitivo
que encierra una solicitación amorpsa en su franca bruta–
lidad. Y el niño lindo pegándosele con dulzuras. con ho–
menajes que ella solamente intuía, porque al fin era mujer,
fué poco a poco tornándqse agradable por más que ella
soterrara su ternura en un desvío manifiesto. Su espíritu
de bruma amó insensiblemente al enemigo secular. Al
blanco injusto que la gozaría, despreciándola después.
129