PLATA Y B-RONCE
La india huyendo, Raúl mermando el cerco repulsi–
vo de su anhelo, bordeaban ya el océano misterioso de
los sexos ..... .
Dificultosamente, Raúl aprisionó a la longa por una
muñeca. Con dureza inexplitable, con una desatinada
fuerza la ciñó el talle y la paralizó. Forcejeó la india a..
congojada.
Por los vidrios de la ventana que daba al corredor
vto rielar una lucecita lívida. Una esperma chisporrotea–
ba sobre un .candelero como única luz del gabinete.
Raúl hizo beber a la fuerza el whisky de una copa
a la Manuela. El licor ardiente removió sus rebeldías.
Intentó evitar el abrazo mefítico del patrón. Pero éste,
arrojó la copa al suelo y atenaceó las muñecas entre sus
manos loca . . . . . Los menudos fragmentos .de la copa
se dispersaron quejándose.
Los mullos de las manillas caían en hileras llorosas
- y
purpúreas sobre el piso.
I-iurtab;¡ la longa los jugosos labios a los asaltos del
blanco. Convencida de su debilidad y de su impreciso
amor al patrón. ponía t.odo su empeño en huir ele los la–
bios ávidos, procaces de Raúl, que buscaban su boca con
insistencia ciega.
Las indias creen que el beso es el abandono supremo.
Desesperado el
patró~
por la terca negativa
y
excita–
do hasta la demencia por el licor, se ensañó contra la lon–
ga.
Luchó con ella salvajemente. A brazo partido, en
un cuerpo a cuerpo desdoroso y cobarde. Con ímpetu
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